Darkness in El Dorado Controversy - Archived Document


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Los indios Yanomami: destruidos por la enfermedad, las sectas y la corrupción

Jacques Lizot

A propósito de experimentos eugenésicos de los que los Yanomami habrían sido víctimas, y de otras tonterías de menor importancia (pero no inocentes) y a seguidas de la publicación del libro de Patrick Tierney Darkness in Eldorado (New York : Norton) precedida por una amplia campaña de prensa al nivel internacional, la primera interrogante ingenua que cualquiera podría plantearse es la siguiente: ¿son acaso los indios los únicos que tienen derechos (humanos)? Acababa yo de ser informado de las graves acusaciones formuladas en contra de J. Neel, N.A. Chagnon y de mi persona cuando se produjó el abalanzamiento de los periodistas. ¿Qué puedo responder, si no sé nada, excepto que esas acusaciones son falsas, y que olfateo manipulaciones y pases de factura? No he leído el libro en cuestión (el de Tierney); tengo que informarme, y releer mis notas de aquella época, diablos, dénme un tiempo para reflexionar. Pero el tiempo apremia, y los señores persiguen la noticia, corriendo el riesgo de equivocarse y ser injustos. Voluntariamente no respondí de inmediato, puesto que después de todo, el incendio no era en mi casa. Para refutar una impostura tan grosera y malevolente no basta con desmentirla; hay que desmontarla y no es fácil ser breve cuando uno quiere persuadir.

Hace más de diez años que dejé de vivir en la región Yanomami, pero sigo colaborando con el programa de educación bilingüe (con manuales de lectura y gramática yanomami) y con los trabajos de los médicos especialistas que dependen del CAICET (un importante centro regional de investigación de enfermedades tropicales) o del Ministerio de Salud. En una época milité a favor de la creación de la Reserva de Biósfera que prohíbe la explotación del Alto Orinoco, protege el ecosistema, el modo de vida y las tierras indígenas. Afirmo que la estafa de Tierney es una excelente contribución al desmembramiento de la cultura local, que continúa activamente con antropólogos que la perfeccionan reescribiendo una etnografía más conforme a su visión del mundo: la de un hombre clean y sociedades apacibles, sin violencias, sin sexo, sin mentiras, sin robos. Esta nueva versión del Buen Salvaje, que consiste en blanquear a los indios para aceptarlos como hombres, es profundamente racista. Las fuerzas empeñadas en la uniformización cultural de las sociedades están actuando en esos sitios lejanos. Los Yanomami se han convertido en juguetes de odiosas luchas de influencia; su rico subsuelo es ambicionado; su manera de vivir y de pensar representa un modelo que Occidente es incapaz de aceptar y ni siquiera comprender. Los criminales no son aquellos que han sido denunciados: no se confundan, señores.

No he leído el libro de Tierney, pero sí sé cómo lo fabricaron y comprendo su función. Tierney interviene justo cuando se lleva a cabo una lucha feroz en el Alto Orinoco entre los que quieren mantener el estatuto jurídico de esa región y los que quieren precipitar la explotación de los recursos. El enfrentamiento ocurre en el contexto de una cultura Yanomami desconcertada, con muchos jóvenes que reniegan de su modo de vida tradicional e imitan a los criollos, y con las instituciones indígenas derrumbándose. Debilitados, los Yanomami están siendo diezmados por las enfermedades, y en declive demográfico. Las misiones salesianas juegan un eficaz papel de contra-poder en esa región, después de haber contribuido a la creación de la Reserva de Biósfera y el Parque Nacional Parima-Tapirapecó, esforzándose en hacer valer realmente esta protección. El sistema político local está corrompido hasta un grado inimaginable. El alcalde de la municipalidad a la que pertenecen los Yanomami del Alto Orinoco ha sido acusado de malversación; el gobernador trafica con urnas de votación. A los votos se los compra en cada elección: empleos ficticios, pagos en efectivo, regalos suntuosos, han permitido recompensar a los que "tienen" su comunidad y siguen estrictamente las directivas. Un gigantesco sistema clientelar alimentado por el despilfarro de los dineros públicos ha sido así instaurado. El alcalde y el gobernador pertenecen ambos a Acción Democrática, uno de los dos partidos que condujerón a Venezuela a la ruina.

El juego político ha sido influenciado y falseado por la presencia de las Misiones de las Nuevas Tribus (New Tribes Missions), una secta evangélica fundamentalista de origen norteamericano (NTM, para abreviar). A consecuencia de numerosas denuncias las NTM han sido investigadas por el gobierno. Se investigó la situación ilegal de las NTM (que no tienen ningún acuerdo oficial con Venezuela), sus objetivos, sus métodos. Fui citado a declarar en una de estas investigaciones, lo que me valió la hostilidad de esta secta, cuyos miembros rezan mucho, pero saben odiar con ferocidad implacable. A pesar de la presencia ilegal de las NTM en el país, y de otros delitos comprobados, no ha sido posible extirpar ese chancro fascista de la zona. Sin ninguna duda las NTM reciben apoyo de Estados Unidos en una estrategia global de dominación del mundo. Un tránsfuga de las NTM se instaló en las riberas del Padamo, un importante afluente del Orinoco. Esta misión se ha convertido en un opulento centro de poder, cómplice las mafias políticas locales; no duda en enfrentar agresivamente a la Iglesia; quiere extenderse (aunque la legislación de la Reserva prohíbe cualquier nuevo establecimiento). El pastor defiende los intereses extranjeros en la región, perturbando intensamente el frágil equilibrio político local al manipular y corromper sin ningún escrúpulo a los indios, cuya lengua conoce.

Tierney, en su corta estancia en la zona, se alojó primero en esta misión. ¿Fue invitado por el pastor? ¿Quién financió su viaje? Y además, ¿quién es Tierney? ¿Para quién trabaja? ¿Qué ha escrito antes? ¿Cuáles son sus relaciones previas con las sectas? Cuando Tierney llega a la misión salesiana de Mavaca (en el Orinoco), defiende sin matices el punto de vista del pastor ex NTM; las conversaciones terminan rápidamente en confrontaciones. Su interlocutor es uno de los que mejor conoce la región y sus hombres, está perfectamente informado de la situación política y ha sido también objeto de calumnias infames. Es evidente que Tierney no vino a recoger información: vino a rebuscar elementos disparatados para ilustrar su guión. Su investigación ignora los puntos de vista contrarios, los cruces de información y su crítica, el chequeo de los informantes y sus diferencias; cualquier elemento que lo contradice es eliminado sistemáticamente. En realidad Tierney lleva a cabo una visita guiada. Sabe lo que tiene que hacer, adónde ir, y lo que deberá finalmente decir. Es así como fue concebido ese libro.

Los que trabajan honestamente y con entrega para los Yanomami (sin andar pregonándolo), lo hacen en medio de una atmósfera envenenada, desesperanzadora y a veces peligrosa. Según la ocasión, y a veces simultáneamente, he sido buscador de oro, profanador de tumbas, pervertidor de jóvenes. Tales calumnias nos afectan a todos: una amiga especialista en paludismo ha sido acusada de envenenar a los Yanomami; varios médicos han sido acusados de haberse acostado con las mujeres (y por qué no; esas cosas pueden hacerse dentro de las normas y el respeto); un cura ha sido acusado de haber metido la mano en la caja de la cooperativa de los indios; el carro de un abogado defensor de los derechos humanos recibió un frasco de ácido mientras se proferían amenazas. Todo esto proviene de la alcaldía y de la misión de Padamo (el alcalde es miembro de la secta del pastor). Las acusaciones en mi contra que Tierney recoge, sabemos de dónde provienen, y a veces nos reímos de ellas alrededor de una botella de ron. Digo "nosotros" porque estas calumnias son del conocimiento público, y Tierney pretende descubrirlas.

El principal acusado es Chagnon. Por intermedio de Neel (uno de los más grandes especialistas en genética de su época), es a él a quien se apunta. Todo el mundo conoce mi opinión sobre Chagnon, pero voy a recordarla. Me he opuesto siempre a sus teorías inspiradas en la sociobiología. Sus alianzas políticas son dudosas, puede ser cínico, pero no es un ogro; es muy trabajador, tiene sentido de la hospitalidad. Sí, ha deformado los hechos, y a ello lo condenaba su teoría, pero no es el único antropólogo que hace trampa. A veces provoca odio y envidia. Acusarlo de un crimen en masa es algo infinitamente más grave; se ha llegado demasiado lejos. Otra mentira: es totalmente falso que Chagnon haya sido responsable de la guerra entre Yanomami: ésta es realidad, uno de los rasgos constitutivos de la organización social y política de esa población; su código moral, en efecto, privilegia las virtudes del honor, la valentía y el estoicismo. Chagnon no analiza la guerra desde una persepectiva satisfactoria: tiende a exagerar el grado de violencia, pero no es su responsable. Se ignora impúdicamente el testimonio de Helena Valero (cautiva de los Yanomami por más de veinte años), presente en la región mucho antes que Chagnon y que, en su relato, menciona una violencia cuyos estigmas todavía lleva en su carne. Algunas de mis publicaciones constatan esta violencia; he escrito sobre la guerra. Existen otros testimonios confiables. Todos aquellos que niegan la violencia (esporádica) de los Yanomami trafican vilmente con la verdad. ¿Acaso no son nuestras sociedades violentas? ¡Cuánta mistificación, cuánta ignorancia de la historia y la naturaleza humana! Los indios son, simplemente, como nosotros, seres humanos imperfectos. Algunos antropólogos, cuando ya no tienen nada que decir, se reciclan, se recolocan en la cuestión humanitaria, se integran a la burocracia, entran en el juego del poder, asumen el rol de perros guardianes del orden moral y/o reescriben la historia y la etnografía de los pueblos. En pocas palabras, difunden la ideología dominante y acampan con arrogancia sobre los escombros de los pueblos que presuntamente deben estudiar.

Lo que dice Tierney sobre la epidemia de sarampión es totalmente falso. En esa época yo estaba llegando a la zona y por lo tanto conozco personalmente y con certeza las informaciones que voy a mencionar, y sobre las cuales no daré por ahora ningún detalle (ya que no tengo intenciones de ayudar a los adversarios). El sarampión no fue subrepticiamente inoculado a los pobre Indios indefensos por un par de científicos perversos, sino introducido por un criollo que llegó enfermo. El equipo de Neel no tenía las competencias para llevar a cabo el experimento que se le imputa: le faltaba al menos un epidemiólogo. Había demasiada gente allí (varios médicos muy aptos, entre otros) como para que tal crimen pudiese haber sido perpetrado sin llamar la atención. Las comunidades contaminadas no estaban donde Tierney las ubica. En el momento en que la epidemia se extendía, ni Chagnon ni Neel estaban en el Alto Mavaca (la región en la que llevaban a cabo sus investigaciones); los indios aún estaban sanos en esta zona, puesto que yo mismo fui a vacunarlos en compañía de un religioso. Esto significa que Chagnon y Neel no estuvieron en el sitio para observar la evolución de la enfermedad.

En los sitios contaminados había enfermos y muertos por todas partes. Había comenzado la época de lluvias y le devolví a su familia un muerto arrastrado por la corriente crecida del Orinoco. La vacunación continuó mucho después de la ida de Neel y Chagnon. Las vacunas y las instrucciones, enviados con carácter urgente por avión desde Caracas, venían del I.V.I.C. Tengo la íntima convicción de que todos cumplieron con su deber; corrimos riesgos navegando en aguas peligrosas; caminamos por terrenos inundados con el agua hasta el pecho; con nuestros guías transportamos por días enteros las cajas isotérmicas llenas de hielo y de vacunas. Los indios que estaban de visita venían a vacunarse espontáneamente: no temían a la vacuna sino a la enfermedad. La vacuna utilizada ha sido puesta fuera de toda duda por los especialistas; esta vacuna, usada con éxito en varios países, es eficaz y no presenta riesgos; las comunidades vacunadas quedaron inmunizadas contra el sarampión, según lo hemos constatado. No es posible otorgar el menor crédito a la abyecta fábula de Tierney y es ilegal lanzar, sin pruebas, tal campaña de prensa, en connivencia con etnólogos y ONG's, sin permitir a los acusados exponer sus objeciones. ¿Por qué este pase de factura? ¿Cuál es el objetivo político? ¿Qué significa este juego de poder?

En cuanto a lo que a mí concierne, y para terminar, diré que mi casa estaba organizada eficazmente para trabajar y para comunicarse, y que la conducta que se me atribuye es un invento. Una cantidad de personas de todas las nacionalidades, profesiones y edades me visitaron, se alojaron en mi casa y pueden dar testimonio de las buenas relaciones que yo mantenía con los Yanomami; del respeto un tanto distante a veces que les profesaba, y de la decencia de mis relaciones con ellos. Y, ya que así se han dicho las cosas, Tierney debe saber que nunca les di fusiles a los indios, ni vestidos (estaba yo allí para estudiar, no para civilizar). Estuve enérgicamente a favor de la prohibición total de las escopetas y decenas de personas asistieron a una reunión con misioneros en la cual se adoptó finalmente mi punto de vista. Sólo el pastor de Padamo y el alcalde local se mostraron en desacuerdo con esta razonable decisión y las comunidades que ellos han pervertido amenazan, con sus armas, a las que no las tienen. Los testimonios presentados por Tierney son ridículos en su obscena precisión. Son falsos testimonios recompensados por el sistema de corrupción. Mis colaboradores no hablan español y los informantes de Tierney apenas me conocen de vista; esto también es del dominio público. Muchas cosas, por supuesto, quedan por decir y serán dichas a su tiempo.