Internet Source: El Nacional, November 26, 2000
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Egidio Romano, director del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, señala que el autor del libro Oscuridad en El Dorado "es un farsante, un mentiroso, un individuo que ha falsificado información"
MARIELBA NUÑEZ
La polémica que ha suscitado la publicación del libro Oscuridad en El Dorado, escrito por el economista norteamericano Patrick Tierney, ha traído consecuencias para las investigaciones científicas venezolanas que actualmente se realizan en las zonas habitadas por etnias indígenas. Egidio Romano, director del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, se queja de que la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio de Educación, Cultura, y Deportes acaba de prohibir "cualquier estudio que se esté haciendo o se vaya a hacer en territorio indígena". Eso significa que deben interrumpirse proyectos en áreas como antropología, química ambiental y ecología, que lleva adelante el IVIC. "Es una decisión poco seria, que se toma sin escucharnos. Es condenarnos sin haber demostrado que somos culpables".
Romano señala que, antes de responder a los señalamientos de Tierney, ha preferido leer su libro detenidamente y documentarse bien acerca de las denuncias que aparecen allí. "Patrick Tierney es un farsante, un mentiroso, un individuo que ha falsificado información, que ha citado en forma incorrecta declaraciones de investigadores y lo ha usado todo para dar una versión distorsionada de los hechos".
Preparó un documento con el que intervino la semana pasada a la reunión anual de la Asociación Americana de Antropología, que se realizó en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, en la que hubo 16 mesas redondas dedicadas a este tema. Rehusó hacer comentarios sobre la discusión antropológica y las teorías de Napoleón Chagnon sobre el comportamiento social de los yanomamis. "El libro dice que James Neel, Chagnon y la gente del IVIC, de alguna manera, iniciaron la epidemia de sarampión que hubo en aquellos años, por el uso de la cepa Edsmonton B en vacunación. El coproductor de la primera vacuna de sarampión, Katz, dice que jamás se logró demostrar que el virus de la vacuna del sarampión tipo Edsmonton se secretara por la saliva, por las heces o por la nariz. En otras palabras, que fuera contagioso.
-¿Había evidencias de que la vacuna era contraproducente en personas con problemas inmunitarios?
-La vacuna Edsmonton estaba legalmente permitida en Estados Unidos. Entre 1965 y 1973 se vacunaron 73 millones de niños con esa cepa. En ninguna parte se había demostrado que alguien se muriera por efecto de la vacuna. Sólo ha habido 2 o 3 casos; uno de ellos lo relata Tierney, que es el de la persona con leucemia. Dice que las autoridades sanitarias en Venezuela, y cita a la doctora Adelfa Betancourt, utilizaron la vacuna tipo Scharwtz, porque sabían que esa vacuna podía ser muy reactogénica. En los archivos del Ministerio de Sanidad no se ha localizado esa información.
-¿Esa vacunación fue autorizada por el Ministerio de Sanidad?
-Estamos hablando del año 68, son 32 años. En noviembre de 1967 ya había sarampión del lado venezolano. Neel lo sabía y buscó varias miles de dosis de la vacuna para proteger a los indígenas. ¿Por qué usó Edsmonton? Mi interpretación es que porque obtuvo una donación de las casas farmacéuticas. Los datos de Neel señalan que entre los yanomamis vacunados hubo una mortalidad de 8%, mientras que entre los que no estaban inmunizados la mortalidad fue de 15% a 20%.
Romano señala que en la reunión de San Francisco se presentó una carta de James Neel a Miguel Layrisse, fechada en diciembre de 1967, donde le pedía que tramitara el permiso para vacunar a los yanomamis ante las autoridades venezolanas. "Layrisse dice que no se acuerda de eso y los archivos muertos están en muchos casos ilegibles. Hay una autorización fechada en abril de 1968. La acusación sería que vacunó sin permiso, aunque se lo dieron después. Lo que ocurre es que había urgencia por la epidemia..."
-Y Neel no esperó...
-Hace 30 o 40 años, muchas de esas cosas se hacían sin permiso. Si había indígenas con bronconeumonía, no se pedía permiso para inocularles penicilina, aunque podía morir alguno por alergia. Y, además, en el equipo de vacunación había empleados del Ministerio de Salud.
-¿Qué tenía que ver Roche en esto? -El fue a la misma expedición, porque trabajaba en metabolismo de yodo, en el metabolismo de la glándula tiroides, la reguladora de la energía que va a las células. En los Andes, el bocio por deficiencia de yodo era endémico. Roche inició un estudio muy importante en el pueblo de Bailadores, donde la incidencia de bocio era 84,5%. Daba una pequeña cantidad de yodo radiactivo, y con un detector de radiactividad, podía saber cuánto de ese yodo se excretaba.
Hoy en día, las cosas se hacen de otra manera, "pero el yodo 131 se utiliza aún para tratamiento de hipertiroidismo y cáncer de la glándula tiroides. Roche hizo estudios en Carabobo y pensó que en Amazonas, que está lejos de la costa, y por tanto del agua marina, también había riesgos. ¿Qué encontró? Que había deficiencia de yodo, que una persona podía ser deficiente de hormona tiroidea sin que tuviera bocio. Ese es un conocimiento que es útil incluso hoy. Esos estudios permitieron establecer pautas para el reforzamiento de la sal con yodo".
Los estudios con radioisótopos fueron útiles para investigaciones sobre el bocio endémico, la anquilostomiasis y la anemia nutricional, continúa. "Es absolutamente traído por los cabellos decir que hubiera alguna relación de nuestros científicos con algo tan horripilante como el Proyecto Manhattan".
-En una parte dice que los yanomamis fueron usados como grupo control de la bomba atómica.
-Uno de los objetivos grandes de la expedición era hacer estudios genéticos. A partir del estudio de grupos sanguíneos y de marcadores genéticos podían comparar la tasa de mutación con otras poblaciones. La gente interpreta eso como si fuera horroroso. ¿Pero eso es horroroso? -¿Tenían que dar algo a cambio a los indígenas para que colaboraran?
-Obviamente, no los amarraban. La recompensa era dar machete, cuchillo o hachas, eso es un problema. Está el problema del consentimiento escrito.
Hace 30 a 40 años eso no se acostumbraba. En Venezuela comenzó a hacerse en la década de los años 90. De todas maneras, cómo le vas a explicar a personas que no saben de qué le estás hablando; de todas maneras es trampa. Actualmente, cualquier ensayo que involucre a seres humanos pasa por una comisión de ética.
Memoria perdida Los acontecimientos que ocurrieron hace más de 30 años no pueden reconstruirse sin cometer inexactitudes. La mayoría de los que participaron, por el IVIC, en la controvertida expedición del año 1968, entre ellos Miguel Layrisse, Tulio Arends y Marcel Roche, no pueden dar su versión de los hechos. Algunas incógnitas deja abiertas la forma como Tierney recolectó la información de su libro. Por ejemplo, señala Egidio Romano, el escritor dice que entrevistó a Marcel Roche en 1996, pero el investigador venezolano ya en esa época sufría Alzheimer, que actualmente lo ha dejado inhabilitado. "Roche le dijo entonces que no recordaba haber diagnosticado sarampión en el muchacho brasilero (a quien se le atribuyó el origen de la epidemia), y entonces Tierney concluye que hay dudas sobre si allí se había realmente iniciado el brote. ¿Qué validez tiene ese testimonio?" En la reunión celebrada en San Francisco se escuchó el testimonio de un pastor protestante, "quien dijo que nunca se perdonaría haber ido en 1967 a un caserío yanomami, con su hijo infectado con sarampión. Ese pobre hombre reconoció que por eso murieron muchos indígenas en Brasil". Una investigadora venezolana, Nelly Arvelo, casada con un miembro de la etnia makiritare, relató como partió a Amazonas dos días después de que la expedición de Chagnon fuera a La Esmeralda, el 21 de enero de 1968. "Pero su avión la dejó en un sitio río abajo, y tuvo que viajar dos días al Alto Ventuari. En esos días ellos se encontraron con varios indígenas de caseríos aledaños que tenían sarampión y que iban a buscar atención médica en Kamani".
Esparza: Las vacunas no provocan epidemias
El médico venezolano José Esparza, jefe de la Unidad de Vacuna contra el Sida de la Organización Mundial de la Salud, sostiene que las inmunizaciones no provocan epidemias, lo que desmiente la afirmación hecha por Patrick Tierney en su libro Oscuridad en El Dorado sobre lo ocurrido en el Amazonas venezolano hace 30 años, acusación que involucra a varios galenos venezolanos. "No he leído el libro, pero he oído que allí se dice que se aplicó a los indígenas una vacuna inapropiada de sarampión, que estaba obsoleta y que, como era reactogénica, pudo haber iniciado la epidemia. Ambas cosas son falsas. La vacuna de sarampión que se usó -Edsmonton- se seguía utilizando en Estados Unidos, era aprobada y aceptada, no estaba obsoleta, aunque ciertamente era reactogénica y se reemplazó por otra, después. Además, las vacunas no trasmiten el virus. Una epidemia de sarampión no puede ser originada por la cepa vacunal. En el caso de una epidemia en Amazonas -eso lo saben los antropólogos-, esas poblaciones no tienen experiencia inmunológica contra el sarampión. Cuando el sarampión entra en un sitio virgen, hay una gran epidemia, porque la rata de transmisión del sarampión es de 13 personas por paciente". Considera que no se puede culpar a quienes aplicaron la inyección, porque en caso de la difusión masiva de una enfermedad "un antropólogo busca proteger a los indígenas con cualquier vacuna, y hace 30 años sólo había un productor de la nueva vacuna menos reactogénica, y varios de la vacuna Edsmonton. A menos que la cobertura hubiese sido muy amplia, no se podía parar la epidemia; fue ingenuo creer que iban a hacerlo inmunizando a pocos yanomamis". Añade que con la investigación de Neel (uno de los científicos cuestionados) y sus colaboradores se obtuvo información científica importante. "Demostraron que los indios no tenían ninguna deficiencia inmunológica para hacer anticuerpos contra el sarampión. Esa era la información científica necesaria para más tarde hacer programas de vacunación destinados a proteger a los indígenas".
Mireya Tabuas
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