Internet Source: El Nacional, November 12, 2000
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20 años duró la aventura que emprendió el investigador estadounidense cuando se internó -a mediados de la década de los 60- en la selva amazónica venezolano-brasileña. En ese lapso encabezó 30 expediciones destinadas a observar, estudiar y, de cierto modo, compartir el modo de vida de los indios yanomami. Mucho tiempo después, el mundo descubre los rastros de un genocidio tras el ajetreo de científicos que pretendieron trascender, con la complicidad de connotados nacionales, sin mostrar respeto ni consideración por la vulnerabilidad de un pueblo
Patrick Tierney
Versión: Violeta Linares
Fuente: Revista The New Yorker
En noviembre de 1964, Napoleón A. Chagnon, un antropólogo estadounidense recién graduado, llegó a una pequeña aldea en la selva de Venezuela para estudiar a una de las tribus más remotas de la tierra, los indios yanomami. El Alto Orinoco había frustrado a los conquistadores desde el siglo XVI. Tribus y exploradores previos rumoreaban que los yanomami eran "salvajes" y peligrosos. La realidad que Chagnon encontró fue, en muchos aspectos, mucho más extraña que cualquier cosa que hubiera imaginado. En Yanomamö: The Fierce People (Los Yanomami: el pueblo feroz), publicado en 1968, Chagnon rindió tanto una horripilante descripción de una tribu prehistórica como una evaluación soberbia de lo que era la vida para un pueblo al que, posteriormente, se refirió como "nuestros ancestros contemporáneos".
En 1968, Chagnon había pasado 19 meses con los yanomami. El joven concluyó que vivían en un "estado de guerra crónica". "Tuve la oportunidad de presenciar muchos incidentes de venganza individual, por una parte, y de belicosidad colectiva por la otra".
Entre 1968 y 1972, Chagnon hizo cinco expediciones más al país de los yanomami, y exploró aldeas más remotas. En un libro de 1974, Studying the Yanomamö (Estudiando a los Yanomami), describe cómo sobrevivió a un intento de asesinato por parte de sus anfitriones. A pesar de reiteradas amenazas de muerte, se adentró en un territorio inexplorado, donde descubrió a un grupo aislado a cuyos miembros llama "the fierce people" (el pueblo feroz).
Chagnon, quien nació en 1938, había pasado una niñez austera en el pueblo de Michigan; fue el segundo de 12 hijos. Obtuvo su doctorado en antropología en la Universidad de Michigan y un subsidio del Instituto Nacional de Salud Mental para estudiar a los yanomami. The Fierce People se convirtió en el texto etnográfico de la década de los 60.
Cuando Chagnon se encontró con los yanomami, se pensaba que esta etnia constituía el grupo de aborígenes no culturizado más grande del planeta. Practicaban combates rituales que consistían en una serie gradual de intercambios, comenzando con golpes en el pecho que iban escalando hasta duelos con largas varas. 70% de su dieta consistía en plátanos, una importación del nuevo mundo. Hasta su herencia genética era inusual. Los yanomami carecían del llamado factor Diego, un antígeno que se encuentra en otros pueblos mongoloides, incluyendo los amerindios.
Hoy se estima que hay 27 mil yanomami asentados en cientos de aldeas, esparcidos en un área de 70 mil millas cuadradas al Sur de Venezuela y al Norte de Brasil. Hablan cuatro dialectos distintos y entre ellos existen enormes variaciones regionales en el comercio, guerra y grados de contacto con el mundo exterior. En la época de la primera expedición de Chagnon, la mayoría de los yanomami vivía en las montañas. No tenían grandes pertenencias personales ni utensilios de metal; no utilizaban canoas, y usaban muy poca ropa.
No obstante, cada vez más, los yanomami comenzaron a abandonar las montañas para establecerse a lo largo del principal curso del Orinoco. Fue cuando Chagnon comenzó a despachar en la confluencia de los ríos Orinoco y Mavaca, en la aldea de Bisaasi-teri.
Hachas y machetes
Chagnon llegó en un bote de aluminio con motor fuera de borda. Llevaba hachas y machetes para ofrecérselos a los aldeanos por su cooperación. Aunque el pueblo de Bisaasi-teri estaba acostumbrado a recibir bienes comercializables por su trabajo en la misión, esta riqueza súbita creó un revuelo.
Durante un período de 30 años, Chagnon organizó alrededor de 20 expediciones y acopió un cuerpo de datos sin precedentes, el cual presentó en 2 libros y en más de 30 artículos. En 1988, publicó un artículo en Science titulado Historias de vida, venganzas sangrientas y guerra en una población tribal, en el que reseñó que los hombres yanomami que asesinaban tenían el doble de esposas y el triple de hijos. Concluyó que, entre los yanomami, el acto de matar confiere estatus.
Al igual que la mayoría de los estudiantes de antropología de pregrado en los años 70, fui un admirador de The Fierce People por su vívida investigación y enfoque neutral. En parte, inspirado por el ejemplo de Chagnon, partí en 1983 con la intención de hacer un estudio sobre el asesinato ritual en los Andes. Al igual que Chagnon, concluí que, entre algunas tribus, cometer rituales homicidas era un acto de prestigio. En 1989, decidí estudiar a los yanomami, primero en Brasil y luego en Venezuela, a lo largo del Orinoco y en las montañas. Durante los 10 años siguientes, hice 10 viajes a la región Amazonas-Orinoco, pasé 15 meses en el campo y visité 30 de las aldeas que Chagnon estudió. Lo que encontré fue drásticamente distinto a lo que ese antropólogo describió.
En The Fierce People, Chagnon escribió que los yanomami eran "una de las poblaciones mejor nutridas hasta ahora descritas en la literatura antropológica-biomédica". Al contrario que los "fornidos" hombres de Chagnon, los aldeanos que encontré eran, tal como lo observó Rice en 1924, diminutos y huesudos, más pequeños que la mayoría de los pigmeos africanos. Otros investigadores también quedaron perplejos ante algunos de los documentos escritos por Chagnon. El lingüista Jacques Lizot, con el estímulo de Claude Lévi-Strauss, del College de France, vivió durante 25 años con los yanomami. En 1994, Lizot criticó a Chagnon en el American Ethnologist, por ensombrecer la identidad de 12 aldeas en su estudio sobre el homicidio. El etnólogo alemán Irenäus Eibl-Eibesfeldt, ex director del departamento de etnología humana en el Instituto Max Planck, de Munich, había realizado investigaciones entre los yanomami desde 1969. En 1994, él y otro investigador de los yanomami del mismo instituto escribieron una carta a la Sociedad Americana del Comportamiento y la Evolución Humana, en la que aseguraban que Chagnon había manejado inadecuadamente importantes estadísticas sobre la tasa de mortalidad.
En la pasada década, algunos de los colegas de Chagnon, así como misioneros católicos, expresaron preocupación por las repercusiones de sus investigaciones sobre la cultura yanomami. Kenneth Good, quien trabajó con Chagnon mientras se preparaba para su doctorado, vivió con esa etnia por 12 años. Para Good, Chagnon es un "antropólogo que golpea y huye, que llega a las aldeas con los brazos llenos de machetes para comprar la cooperación para su investigación. Desafortunadamente, crea conflicto y división donde quiera que va".
En 1995, Brian Ferguson, un antropólogo de la Universidad de Rutgers, publicó el libro Yanomami Warfare: A Political History (Guerra Yanomami: una historia política), el cual desafía las teorías sociobiológicas planteadas en The Fierce People y otros estudios de Chagnon. Ferguson escribió que la mayoría de las guerras yanomami registradas fueron causadas por perturbaciones foráneas, especialmente por la introducción de artículos de acero y nuevas enfermedades. En un capítulo titulado The Yanomamo and the Antropologist (Los yanomami y el antropólogo), Ferguson describe cómo estos métodos desestabilizaron la región, fomentando efectivamente el tipo de guerra que Chagnon atribuyó a la fiereza de los yanomami. Para obtener los datos que deseaba, Chagnon, según su propio relato, comenzó a "sobornar a los niños cuando sus mayores no estaban cerca, y a capitalizar animosidades entre individuos".
Muchos de los yanomami con los que hablé coincidieron con esta descripción de Chagnon. En 1996, en la aldea de Momaribowei-teri, un hombre llamado Pablo Mejía me dijo que cuando tenía 12 años había presenciado la llegada de Chagnon a su aldea. "Tenía plumas de pájaros adornándole los brazos y todo el cuerpo pintado de rojo. Vestía sólo un taparrabo. Entonó un canto chamánico yanomami y consumió yopo", un potente alucinógeno utilizado por los chamanes para hacer contacto con los espíritus. Chagnon le preguntó a mi hermano Samuel, quien era el jefe: "¿Cómo se llama tu madre?". Mi hermano le dijo: "Los yanomami no mencionamos nuestros nombres, Shaki (el nombre yanomami de Chagnon). Chagnon le dijo: "No importa. Si me lo dices, te pagaré". De modo que aunque no quisieran, la gente le dijo sus nombres. Fue muy triste".
Sin comentarios
En 1995, Chagnon acordó reunirse conmigo en su oficina en Santa Barbara. Para entonces, me había convertido en activista por los derechos humanos en nombre de los yanomami y otras tribus amazónicas. Había escrito un artículo en The New York Times que criticaba a un venezolano, amigo y colega de Chagnon: Charles Brewer-Carías, y Chagnon estaba furioso por eso. En los últimos años, se había convertido en una figura tan controversial por sus hallazgos sobre la vida de los yanomami que el Gobierno de Venezuela le había prohibido entrar al territorio yanomami. Chagnon se rehusó a responder mis preguntas, alegando que tenía planes de escribir sobre esas experiencias en fecha posterior. Durante la preparación de este artículo, se le pidió nuevamente que respondiera preguntas sobre su trabajo con los yanomami. Después de consentir en hablar con profundidad para The New Yorker, cambió de opinión unos días después y declinó cualquier comentario.
Uno de los tutores académicos más importantes de Chagnon fue el famoso genetista James Neel, miembro del comité asesor del doctorado de Chagnon en la Universidad de Michigan. Neel, quien murió a principios de este año, primero logró fama en el campo de las enfermedades hereditarias y luego encabezó la Comisión de Bajas Causadas por la Bomba Atómica, que se fundó después de la guerra para estudiar a los sobrevivientes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Entre 1965 y 1972, recibió más de 2 millones de dólares de la Comisión de Energía Atómica para que comparara las tasas de mutación celular de los sobrevivientes japoneses con las de los yanomami y otras "tribus primitivas".
Chagnon se convirtió, tal como lo señaló Neel, en "el antropólogo cultural indispensable" en el Departamento de Genética Humana de Michigan. Entre 1966 y 1971, Chagnon hizo seis viajes a Brasil y Venezuela, como miembro de un equipo multidisciplinario liderado por Neel, para hacer lo que este último describió como el estudio más completo de los pueblos tribales que se hubiese intentado hasta entonces.
Neel tenía interés desde hacía mucho tiempo en sociedades vírgenes y esperaba que el estudio de los yanomami le permitiera aislar los genes específicos del liderazgo masculino o, tal como él mismo lo explicaba, develar el êndice de Habilidad Innata.
En enero de 1968, el equipo de Neel, que incluía a Chagnon, Asch y a un médico venezolano, Marcel Roche, llegaron al alto Orinoco. Chagnon fue enviado antes que los otros para asegurar, como él mismo escribió, "acuerdos con los yanomami para que extendieran incontables brazos morenos en los que muchas agujas se clavarían en las semanas siguientes". Asch describió el proceso en notas para una de sus películas: "Los aldeanos son estudiados en una línea de producción: se les asignan números; se toman muestras de su sangre, saliva y heces. Antropólogos físicos les toman impresiones de los dientes, los miden y los pesan".
Neel se enteró de un brote de sarampión que había ocurrido el otoño previo entre los yanomami brasileños en aldeas ubicadas a más de 100 millas de las misiones venezolanas. El equipo de Neel trajo a la región del Alto Orinoco 1.000 dosis de una vacuna contra el sarampión basada en un virus vivo, para lo que posteriormente denominó "un ejercicio de medicina preventiva". Neel estaba ansioso por recoger datos sobre las respuestas a la vacuna.
En 1996, Francis Black, un especialista en genética en Yale, inoculó a una tribu brasileña, los tiriyo, con una vacuna contra el sarampión. Observó que las fiebres que presentaron los tiriyo luego de ser vacunados eran extraordinariamente altas.
Black había escogido la vacuna contra el sarampión Schwarz, de amplio uso, en lugar de una vacuna más vieja, la Edmonston B, citando "el riesgo de respuesta febril severa" con esta última.
En 1962, cuando un niño que tenía su sistema inmunológico comprometido, porque padecía de leucemia, murió después de recibir la Edmonston B, uno de los inventores de la vacuna, John Enders, de Harvard, advirtió que la cepa era peligrosa para personas con sistemas inmunológicos deprimidos. También se sabía que las vacunas contra el sarampión producían reacciones severas inusuales en personas que padecían de anemia, disentería o exposición crónica a la malaria, y los yanomami padecían de las tres.
Dos años después de que Black condujera su estudio, Neel llevó la vacuna Edmonston B, en lugar de la Schwarz, a territorio yanomami. Ninguno de los otros miembros del equipo de Neel parecía haber participado en esta decisión y no hay evidencias de que alguno de ellos conociera la diferencia entre las dos vacunas. En enero de 1968, Venezuela inició un programa de vacunación nacional, administrando la vacuna Schwarz en tres dosis diluidas, por recomendación de los Centros para el Control de las Enfermedades en Atlanta. En los Estados Unidos, muchos niños seguían recibiendo la vacuna Edmonston (ya no se usa en ninguna parte del mundo), la cual se les administraba conjuntamente con una dosis de gammaglobulina, para amortiguar la intensidad de las fiebres a la mitad.
Neel hizo que sus investigadores administraran la vacuna Edmonston B con gammaglobulina a 40 personas de la tribu en una misión del río Ocamo. De acuerdo con la directora del departamento de vacunación de Venezuela, Adelfa Betancourt, Neel y su equipo hicieron esto sin la autorización del departamento.
Durante los tres meses siguientes, estalló la peor epidemia en la historia de los yanomami.
Sobre la base de tres bitácoras de misiones, datos de la misma expedición y entrevistas con sobrevivientes y otros testigos, determiné que el curso de la epidemia seguía estrechamente los movimientos del equipo de Neel. El brote se manifestó en los tres asentamientos que recibieron la vacunación, la misión de Ocamo, la misión de Mavaca y una aldea llamada Paranowa-teri. Dado que no se impusieron cuarentenas rigurosas, la enfermedad se diseminó. Se estima que entre 15% y 20% de los yanomami que contrajo el sarampión murió en la epidemia.
Relatos con ronchas
En un documento de 1970, titulado Notas sobre el Efecto del Sarampión y la Vacuna contra el Sarampión en una Población de Suelo Virgen de Indígenas Suramericanos, Neel y Chagnon cuentan una historia diferente. En su relato, un sólo caso de la eruptiva brota coincidencialmente entre los yanomami venezolanos justo cuando Chagnon y Asch llegaron a la misión de Ocamo.
Según ellos, Roche había hecho un "diagnóstico tentativo de sarampión" en un adolescente brasileño, y agregaron que el diagnóstico era "incierto", porque los síntomas no podían distinguirse de "ninguna variedad de fiebres de las junglas" (el joven no mostraba signos de erupción de sarampión).
Veinte años después, hablé con Roche, en Venezuela. Me dijo que no recordaba haberle diagnosticado sarampión al muchacho brasileño. En realidad, de acuerdo con los registros de la misión de Mavaca, Roche y otro médico informaron que la llegada del equipo había coincidido con el brote de una epidemia de bronconeumonía, cuyos síntomas son similares a los que describieron Neel y Chagnon en el caso del joven de 14 años.
Chagnon y Roche comenzaron a vacunar a los indígenas de Ocamo con la Edmonston B por razones puramente "preventivas", según me comentó Roche, posteriormente.
De acuerdo con Neel y Chagnon, aparecieron casos de "sarampión moderadamente severo" entre los yanomami vacunados, seis días después de haber sido inoculados. Las fiebres que Neel y Chagnon registraron fueron, en promedio, mucho más altas que las respuestas anteriores a la vacuna Edmonston B. Luego, los yanomami vacunados comenzaron a abandonar la misión de Ocamo y a internarse en las colinas. "Ya portaban la enfermedad", me dijo, 28 años después, el padre de un niño muerto entonces. "Pocos de ellos regresaron porque la mayoría murió".
Chagnon había dicho que ninguno de los que fue vacunado desarrolló el sarampión y, según el consenso médico de la época, el virus de la vacuna Edmonston B no era contagioso en sí mismo. Hoy, los científicos aún no saben si las personas inoculadas con la Edmonston B pueden transmitir el sarampión. Lo que sí es seguro es que los efectos de una epidemia, en la que cientos murieron en un período relativamente corto, fueron especialmente devastadores para un pueblo que creyó que una nueva magia negra había desatado la enfermedad.
Un enfermero del gobierno que estaba en el área en el momento, Juan González, ayudó a los yanomami a recoger los cuerpos de los muertos para ser cremados. "Los cadáveres fueron colocados en cestas. Ataron a los hombres a postes. El hedor era espantoso. Los yanomami dijeron que habían muerto por causa de la vacuna. Esta es la razón por la cual, incluso hoy, algunos de ellos se rehusan a ser vacunados".
Asch, quien falleció en 1994, le legó 20 mil pies de película sobre la expedición, junto con cintas sonoras, a la Institución Smithsoniana. La primera mención del brote de sarampión en la cinta sonora se escuchó el 18 de febrero. Ese día, Asch grabó a Neel dándole instrucciones para que filmara a las víctimas del sarampión en el campo de la base del equipo, en Mavaca, donde un segundo centro de vacunación se había establecido. "Permítame decirle lo que deseamos obtener, una erupción morbiliforme extremadamente severa", señalo Neel. "¿Captas esto? ... Ambos ojos. Tiene la forma típica de erupción morbiliforme en ambas mejillas ... Me temo que van a ver algunos casos severos de sarampión ... Vamos a poder documentar toda la gama de sarampión en este grupo".
Chagnon le pidió a Neel que convocara a médicos de Caracas para tratar el sarampión. Su operador de radio, a quien llamaban Rousseau, dijo que se pondría en contacto con personas en la capital y que solicitaría antibióticos "por los efectos de la vacuna", y agregó que la vacuna podía traer "brotes de sarampión". Después de escuchar a Rousseau, Chagnon le advierte a Neel: "El está tratando de interpretar todo lo que ellos han dicho para que parezca que ha sido una reacción a la vacuna, y creo que no es nada sensato". Chagnon parecía estar perplejo por las dimensiones del brote. Dijo: "Ahora tenemos sarampión en Mavaca y en Ocamo, y no sé dónde más, no sé hasta dónde llegó".
Chagnon sugirió que Neel tomara precauciones de cuarentena en Mavaca, e instó a los médicos de Caracas a que se presentaran en la región para atender a los yanomami de Ocamo. Luego, ordenó a sus colegas más jóvenes movilizarse más allá del Orinoco, hacia el corazón de las tribus.
Almas robadas
A mediados de los 70, los yanomami se habían convertido en el grupo tribal más intensamente estudiado y filmado en todo el mundo. Al mismo tiempo, los abogados por los derechos de los nativos comenzaron a criticar a los extranjeros, buscadores de oro, periodistas, misioneros, científicos, arguyendo que las perturbaciones culturales y epidemias se sucedían invariablemente después de sus visitas a territorios tribales.
Desde 1976 hasta 1985, a Chagnon se le prohibió reingresar al territorio yanomami.
En 1985, Chagnon, acompañado por un estudiante venezolano egresado de la Universidad de California, Jesús Cardozo, logró retornar al territorio yanomami. Regresó a Mishimishimabowei-teri, donde esperaba terminar su estudio a largo plazo sobre la relación entre el homicidio entre los yanomami y el éxito reproductivo. Cardozo, quien ya no tenía relaciones cordiales con Chagnon, se dedicó a ayudar a crear la Fundación Venezolana de Investigación Antropológica, que fomenta la educación yanomami y los derechos sobre sus tierras. Cardozo recuerda así aquella expedición: "Todavía no habíamos terminado de amarrar nuestro bote a la orilla de Mavakita (una aldea de Mishimishimabowei-teri que se había separado del grupo principal después de varias epidemias a principios de los 70) cuando los yanomami comenzaron a salir y a gritarnos «¡Váyanse! Shaki trae xawara (enfermedad)«. Durante nuestras primeras 24 horas allí 3 niños murieron, 2 en la noche y otro en la mañana". Aunque no hubo relación alguna entre la llegada de Chagnon y las muertes, los acontecimientos se percibieron como evidencia adicional del poder maléfico de los antropólogos. "Durante nuestra segunda noche, la mitad de la aldea huyó hacia los bosques para alejarse de nosotros".
Después de otro día en busca de una comunidad en la cual continuar su investigación genealógica, Chagnon encontró una aldea, Iwahikoroba-teri, que estaba dispuesta a recibir la expedición. "Cuando llegamos a Iwahikoroba-teri, todos estaban enfermos, vomitando, gimiendo y yaciendo en sus hamacas. Recuerdo a una muchacha muy joven, Makiritama. Estaba vomitando sangre. Recuerdo que su esposo me mostró dónde ella estaba agonizando. Me dirigí a Chagnon y le dije: Usted sabe que esta gente está realmente enferma. Algunos van a morir. Creo que deberíamos ir a buscar ayuda médica. Chagnon me dijo que yo nunca sería un científico. Dijo: Ese no es nuestro problema. No vinimos para salvar a los indígenas. Vinimos a estudiarlos".
Durante las siguientes semanas, Chagnon recolectó datos sobre homicidios, colocándole un número en el pecho o en el brazo a cada yanomami con un marcador, haciéndolos posar para la identificación fotográfica y pagándoles con productos para el trueque. Resumió sus hallazgos en un artículo publicado en Scientific American para suministrar un modelo nuevo, aunque siniestro, de la evolución humana: "Mediante la violencia, el varón yanomami parece acrecentar su éxito reproductivo y el de su linaje: se hace más apto".
Pero los especialistas en la etnia yanomami rechazaron el estudio. En una serie de publicaciones de antropología, desafiaron los hallazgos de Chagnon esgrimiendo argumentos éticos, estadísticos, lingüísticos e interpretativos. La presencia de Chagnon en los medios se hizo provocadora. En un artículo titulado La Exterminación Académica de los Yanomami, publicado en el periódico cultural brasileño Humanidades, dos antropólogos, Alcida Ramos y Bruce Albert, escribieron: "Pocos pueblos indígenas ... han tenido una imagen tan denigrada como los yanomami, quienes tuvieron la desventura de ser estudiados por un antropólogo estadounidense llamado Napoleon Chagnon".
En 1989, Chagnon propuso llevar un equipo de filmación de la BBC a Bisaasi-teri para conmemorar el 25 aniversario de su llegada a la aldea. Cuando los yanomami en Bisaasi-teri se enteraron de que Chagnon regresaba, le dieron instrucciones a su representante, un ex guía de Chagnon llamado César Dimanawa, que escribiera una carta pidiéndole al antropólogo que se alejara, porque sus películas contenían demasiada "pelea y derramamientos de sangre". Nuevamente, el Gobierno venezolano canceló el permiso de Chagnon.
Aliados poderosos
Chagnon regresó a buscar la ayuda de Charles Brewer-Carías, su viejo amigo. Brewer-Carías había sido blanco de críticas por parte de ambientalistas y activistas de los derechos humanos, ya que se decía que había adquirido tierras para la extracción de oro, bajo el pretexto de estar realizando investigaciones en la selva lluviosa, acusaciones que negó enfáticamente. Por medio de Brewer-Carías, Chagnon obtuvo otro poderoso aliado, Cecilia Matos, amante del presidente venezolano Carlos Andrés Pérez y presidenta de la fundación que se había formado para asistir a las familias campesinas e indígenas. Chagnon, Brewer-Carías y Matos concibieron un plan para crear una reserva en los Altos de Siapa. Sólo se le permitiría entrar al área a científicos para estudiar a los yanomami en un centro de investigaciones dirigido por Chagnon y Brewer-Carías.
Entre agosto de 1990 y septiembre de 1991, Chagnon y Brewer-Carías organizaron una docena de expediciones en helicóptero a la región de Siapa para periodistas y científicos, con la finalidad de atraer respaldo nacional e internacional para su proyecto. Tres de las aldeas que fueron visitadas por Chagnon, Brewer-Carías y su entorno fueron gravemente deterioradas por la acción de los helicópteros.
En septiembre de 1993, Chagnon y Brewer-Carías fueron designados en una comisión presidencial investida con amplios poderes sobre el territorio yanomami y sobre su futuro político. La Fiscalía General, líderes de la Iglesia Católica y grupos por los derechos de los indígenas se opusieron a las designaciones y 300 representantes de 19 tribus indígenas protestaron en las calles de Puerto Ayacucho, en un esfuerzo por expulsar a Chagnon y a Brewer-Carías. El 30 de septiembre, Chagnon fue escoltado a Caracas por un coronel del ejército, quien le confiscó sus notas de campo y le ordenó abandonar el país, orden que él obedeció.
En los Estados Unidos, Chagnon siguió siendo una figura muy respetada. A principios de ese año, fue electo presidente de la prestigiosa Human Behavior and Evolution Society.
Jinetes del Apocalipsis
En septiembre de 1996, después de someterme a una cuarentena de una semana, partí a una expedición de 17 días a los altos de Siapa con un trabajador sanitario brasileño en labores de erradicación de la malaria, Marinho De Souza. Fuimos los primeros forasteros en visitar el área desde los tumultuosos aterrizajes de los helicópteros de Chagnon y encontramos las aldeas muy distintas a como él las había descrito. En artículos y en entrevistas, Chagnon declaró que los yanomami de Siapa eran sanos, bien nutridos y pacíficos.
Sin embargo, lo que De Souza y yo encontramos allí fue una sociedad temerosa y fragmentada. En Narimobowei-teri, la primer aldea lesionada por el helicóptero de Chagnon, hombres con flechas nos recibieron, temiendo que fuéramos enemigos que se disponían a atacarlos. La vida en los Altos de Siapa siempre ha sido una batalla por la supervivencia. Los aldeanos han combatido la malnutrición, los parásitos intestinales y, más recientemente, la malaria. Pero lo que no pudieron comprender, y lo que sacudió definitivamente su mundo, fue la llegada inesperada de visitantes que parecían ofrecer una vida más fácil y, al mismo tiempo, sembraron tanta confusión. Para ellos, Chagnon era la personificación de todo lo que los atraía y todo lo que repudiaban de nuestra cultura.
Después de una caminata de 12 días, llegamos a Ashidowa-teri, la aldea donde una cantidad significativa de yanomami resultaron heridos cuando los helicópteros de Chagnon destrozaron los techos de las chozas. Eran los yanomami más enfermos y desalentados que haya visto en Venezuela. Apenas entramos a su escampado, un hombre me tomó la mano, se la colocó sobre la frente enardecida de fiebre y gritó: "Hairi" ("enfermedad"). Muchos de ellos tenían el rostro pintado de negro, como de luto, y la mayoría de los niños se veían desnutridos.
Al anochecer, a la luz de la fogata alrededor de la cual se agolpaban, relataron en un canto la llegada misteriosa de los helicópteros y sus extraños jinetes. Luego, comen
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